El bipartito es la gran rémora para que Andalucía salga del pozo de tres décadas de socialismo por su carencia de soluciones, su falta de voluntad política para reformar y su radicalismo rancio: Griñán figura y Valderas gobierna.
Los andaluces son los grandes damnificados de un gobierno insumiso con el déficit y con todos los compromisos que se piden a las comunidades autónomas para salir de la situación de emergencia económica y social derivada de la indigencia del zapaterismo.
El varapalo de la Comisión Europea a la ocurrencia expropiadora del socio comunista ha puesto de manifiesto que el bipartito, sencillamente, no está a la altura de lo que le demanda una situación que le supera de manera manifiesta: lo peor es el sostenella y no enmendalla.
El decretazo no es sólo obra de la consejera okupa, sino de todo un gobierno que no sabe dónde está en pie y de un presidente cada día más paralizado por su horizonte procesal y por las hipotecas de su pacto de perdedores con IU.
Griñán ha pasado sin anestesia de la tecnocracia a la acracia y de Bruselas a Venezuela, y ahora tiene que plegar velas por su entreguismo irresponsable y dolosos al socio comunista: el Gobierno de España le ha pedido que corrija el disparate.
El plan expropiador del bipartito, y Griñán lo sabía, puede afectar a la recuperación económica, hacer que aumenten las dudas sobre el mercado inmobiliario español, provocar subidas en la prima de riesgo y reducir el interés de los inversores: todo eso tenía que haberlo previsto un gobierno responsable.
La gravedad es mayor aún, si cabe, cuando Rubalcaba anima a Griñán a desobedecer la orden de Bruselas: Dios los cría y ellos se juntan… en un partido en descomposición y de insumisos.